LLEGAR A MI CIELO
A veces, alguna lágrima se escapaba de sus ojos y corría por sus mejillas cuando estaba así, en ese lugar, casi unida al cielo.
Su nombre era Lucero, nombre de estrella, la primera que aparece a la tarde.
A veces, le sucedía eso, como ese día, eso que la hacía sentirse mal, como enojada con todo. Aparecían esas manos y le oprimían el cuello, y la dejaban casi sin aliento.
Entonces Lucero salía de su casa y buscaba ese, su lugar, apartado, silencioso y especial, para encontrarse con su compañía particular, que la hacía sentir diferente, con su cielo.
Casi en forma mágica esas manos dejaban de oprimirla. Era como un sedante.
A veces como hoy, permanecía largo tiempo extasiada ante tanta inmensidad infinita, tanta belleza, sin conciencia del tiempo y totalmente serena…
Sus párpados comienzan a sentirse pesados, pero que muy pesados, y se van cerrando, muy poco a poco…
Lucero se quedó profundamente dormida…
Se siente tan liviana… Parece flotar, como cuando estás en el mar, como si la gravedad no existiera…
Todo a su alrededor es azul, un enorme e infinito espacio azul….
¡Ese flotar le resulta delicioso…!
Una enorme paz la invade profundamente. Disfruta de ese lento, agradable y sinuoso movimiento. Es maravilloso, sorprendente, pero también es muy conocido…
De pronto, en medio de tanta serenidad, ve surgir de ese profundo espacio azul, unas bellas y delicadas manos de suaves movimientos que al abrirse dejan aparecer una esfera cristalina y luminosa de la que se desprenden muchos rayos de luz…
Lucero queda casi sin aliento y luego la invade una gran sensación de plenitud….
Esa esfera cristalina comienza a girar y a moverse por todos los rincones del espacio, a su paso van apareciendo puntos de luz que toman vida, y se convierten en estrellas… en planetas… en vida celestial…
¡Todo ocurre muy rápido ante sus ojos…!
En un momento abre sus brazos y ve que unas grandes alas de plumas blancas, suaves como el algodón, aparecen en su espalda y la rodean. Esas alas enormes la ayudan a desplazarse y a caminar con seguridad en sus pasos.
Camina muy segura y confiada, se siente fuerte y poderosa, con un enorme sentimiento de amor por todo lo que la rodea.
De pronto, a lo lejos ve aparecer un Planeta de color azul y verde, y a él se dirige, sabiendo que debe estar allí, por algún motivo que en ese momento la impulsa…
Llega y desciende suavemente.
Al poner sus pies sobre la Tierra se comienza a sentir más pesada, y algo atraviesa su pecho. Es una gran herradura de metal de color gris, muy oscura; de cuyos bordes salen unos hilos también metálicos que se han unido a su cuerpo y la tironean.
Sus alas han desaparecido. Es grande su dolor… y una enorme sensación de soledad la invade.
Es desagradable lo que siente y quiere desprenderse de ese sentir. Trata entonces de distraerse... mira a su alrededor, y contempla que en ese planeta todos están jugando, juegan diferentes juegos.
Lucero intenta hacer lo mismo, pero esos juegos no la divierten. Sin embargo, juega igual, como lo hacen los demás.
Ve como algunos se ríen, otros juegan indiferentes. Ella continúa haciendo ese juego, pero todo aquello lo vive como algo muy extraño…
Lucero quiere volver a aquel delicioso lugar donde flotaba y se sentía serena y en paz, pero no sabe cual es el camino.
Continúa con los variados juegos de su Planeta, triste y con una enorme sensación de soledad…
Se despierta de pronto sobresaltada.
¡Todo fue un sueño…!
Siente una profunda tristeza. Pero, comienza a recordar. El sueño le parece familiar, como si fuera parte de su vida. Comprende inexplicablemente, muchas cosas que le han sucedido a lo largo de su existencia…
Pero…
¿Cómo dejar de sentir esa sensación intolerable de soledad?
¿Cómo deshacerse de aquellas manos que se le aparecen nuevamente y la ahogan?
Quizás esa sea la razón que la lleva a buscar de nuevo la compañía del cielo, quizás esos recuerdos…
Ha pasado mucho tiempo y decide de nuevo volver a su casa. Se levanta y comienza a caminar.
Trata de no pensar más en aquello que tanto pesar le produce y que tanto la ahoga, como en su sueño, como en su propia vida.
En el camino ella observa, sobre un pequeño pedestal que sobresale de la pared de un edificio, una bonita paloma blanca, con unos ojitos coloraditos que parecen mirarla muy fijamente, como queriendo decirle algo…
Lucero la mira largamente, la paloma levanta vuelo y se dirige a las ramas de un árbol.
Allí, la puede ver más de cerca y nota que en su pico hay algo. Parece un mensaje y es para ella.
Lo toma y comienza a leer. Dice así:
“Lo que tú deseas es volver a estar en aquel inmenso espacio azul, en el cielo y eso sólo es posible si logras entrar en tu corazón. Allí está ese lugar, ese cielo añorado”
Lee nuevamente el mensaje, una y otra vez, tratando de comprenderlo.
¿Cómo puede ser? ¿Cómo hacerlo?
En el camino de vuelta a su casa repite: entrar en mi corazón… entrar en mi corazón… y en un instante, comprende que puede llegar a encontrar aquello que anhela. Sólo tiene que atreverse a entrar. El corazón es la clave, el sentir…
Lucero se atreve, siente, entra a su corazón, siente amor, mucho amor, aquel inmenso amor que sintió… ¡Todo a su alrededor se ilumina…!
Ve entonces una esfera roja que palpita en el medio de su pecho, irradiando infinitos hilos de luz de todos los colores, que iluminan todo a su alrededor…
Ese amor la invade, la envuelve, se siente segura, confiada, amada, y vuelve a sentirse completa, como en aquel lugar, como en su cielo.
María Teresa Domínguez (2005)
Vivencia personal plasmada en cuento, en la cual trabajé mis sombras oscuras y mis sombras doradas. Es una vivencia muy íntima y personal que deseo compartir con las personas que más amo, porque quizás pueda ayudar de alguna forma y en alguna medida, y eso me gratificaría muchísimo, y en caso contrario, esta humilde narración no es más que un simple cuento que espero les guste…
¡Con mi amor, desde lo más profundo de mi corazón…!
Alina Teresa (Uruguay)